Está de más explicar la importancia que tiene en México el culto y la celebración a la muerte. La festividad del Día De Muertos es, hoy en día, mucho más que una tradición dentro de la poderosa identidad del mexicano, es un estandarte con el cual México hace gloria, ante el mundo, de su omnipresente y riquísima cultura. Sin embargo, para llegar a donde estamos en este momento de la historia, tuvieron que suceder un sin fin de asimilaciones y coincidencias culturales casi milagrosas, por lo que la existencia de una 'calaverita' de plástico con la forma del rostro de Michael Jackson, no es una cosa tan fortuita como podría llegar a pensarse.
La festividad de Samhain es en realidad milenaria. Los datos arqueológicos indican que se celebra desde hace más de 2,000 años y que sus orígenes se encuentran en los más antiguos asentamientos celtas en Irlanda y lo que hoy es el norte de Francia. Esta festividad, celebrada el 31 de Octubre, formaba parte de las más importantes para la cultura celta, ya que no solo marcaba el fin de la cosecha y anunciaba el inicio del invierno sino algo más especial: la noche de dicha fecha no era como cualquier otra, ya que los celtas creían que en ésta mágica noche, la barrera que divide el mundo de los vivos del de los muertos, desaparecía. A diferencia de la relación tan peculiar de los mexicanos con la muerte, que es juguetona, burlona e irónica, los antiguos celtas veían ésta festividad como un serio recordatorio de los peligros de reunirse con los muertos. Se acostumbraban las hogueras para ahuyentar, y el dejar dulces y comida afuera de las casas, a manera de ofrenda, para apaciguar las violentas pasiones de los espíritus errantes y evitar que les hicieran daño. Es en éste punto tan antiguo de la historia, donde nace una de las más queridas tradiciones de estas festividades: el uso de los disfraces.
A diferencia del lúdico propósito que tienen hoy en día, los celtas utilizaban los disfraces para confundir, ahuyentar y protegerse de los espíritus. En ese entonces no había nadie pensando en disfrazarse de Scream, de la Catrina, de John Wayne Gacy, o de Vicente Fox, los celtas solo pensaban en una cosa: mimetizarse. Utilizaban las pieles y las cabezas de animales, principalmente de ganado, para transformarse y camuflarse con su ambiente lo más posible, y así sobrevivir la noche. Poco o nada pudieron aquellos antiguos celtas si quiera imaginarse que algo más temible que la ira de los espíritus azotaría su existencia: el cristianismo.
Con la llegada del cristianismo a toda esa zona de Europa, las festividades consideradas paganas por la iglesia católica comenzarían a sufrir un proceso de resignificación y asimilación dentro de ésta nueva cultura y código de creencias. Para lograrlo, la iglesia, reconociendo lo fuertemente arraigadas que estaban estas festividades, decidió superponer sus propias celebraciones a las fechas claves del calendario celta; Samhain, por supuesto, siendo una de ellas. Dicha iniciativa fue ordenada por el Papa Gregorio III, quien estableció la fecha del 1 de Noviembre como el 'Día de Todos los Santos' (conocida en inglés como "All Hallows' Eve", que con el tiempo se acortó a Halloween), una fecha para honrar a todos los mártires y santos de la Iglesia. Esta fecha fue elegida estratégicamente para coincidir con el día siguiente al Samhain, de esta manera, la Iglesia buscaba sustituir la veneración de los espíritus paganos por la de los santos cristianos, sin eliminar violentamente la festividad original, sino absorbiéndola y transformándola, convirtiéndose así en la víspera de la festividad principal que ahora se celebraba en la fecha cristiana.
Más adelante, en la Edad Media, surgió una práctica conocida como "souling", donde los niños y los pobres iban de puerta en puerta ofreciendo oraciones por las almas de los muertos a cambio de "soul cakes" ('pasteles de almas', los cuales son una especie de galleta con una cruz marcada al frente, simbolizando, cada una, un alma salvada del purgatorio). Una variante de esta costumbre, principalmente en Escocia e Irlanda, era el "guising", donde los niños se disfrazaban (a menudo de fantasmas o demonios) y recitaban canciones o poemas a cambio de dulces, fruta o monedas. Esta práctica se centraba más en el entretenimiento que en los rituales religiosos (un guiño temprano del carácter distintivo de la festividad moderna).
Todas estas costumbres fueron finalmente llevadas a América del Norte por los inmigrantes europeos, especialmente los irlandeses y escoceses en el siglo XIX. Sin embargo, no fue hasta las décadas de 1920 y 1930 que la tradición se popularizó masivamente. En ese entonces, las travesuras de Halloween se volvieron un problema en algunas ciudades, por lo que se promovió el "trick-or-treating" como una actividad organizada y segura para los niños, redirigiendo su energía hacia algo divertido y menos vandálico. El término "trick-or-treat" (truco o trato) se popularizó, dándole a los vecinos la opción de dar un "treat" (dulce) o ser objeto de una broma inofensiva ("trick"). La popularización masiva de la festividad fue terreno fértil para las corporaciones, quienes se encargaron de limpiar la festividad de todo tinte religioso (secularización), para convertirlo en una festividad lúdica, deviniendo en un fenómeno comercial sin precedentes, el cual terminó de dar forma a la manera en la que se vive y se celebra el Halloween en la actualidad.
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SEGUNDA PARTE: LA IDENTIDAD COMO OFRENDA
Conocimos ya, de manera exprés, los orígenes de la festividad estadounidense moderna de Halloween, ahora bien ¿Cómo fue posible la asimilación de ambas tradiciones en México, resultando en la festividad como la conocemos actualmente? Para responder a esta pregunta es necesario conocer ahora el origen de la festividad en México. En éste punto estoy seguro de que varios de ustedes se estarán preguntando, '¿y qué rayos tiene que ver todo esto con Michael Jackson?' Probablemente nada, nada en absoluto. Sin embargo, al final de éste recorrido, espero, verán ustedes las cosas bajo otra perspectiva, con suerte una más interesante. Pero no nos adelantemos, y continuemos:
Hipnotizados por el intermitente destello metálico de la mirada dorada del rey, y nuevamente en trance, nos deslizamos como arena a través de un embudo en lo más profundo de la obscuridad de sus dilatadas pupilas. Esta vez el viaje nos arroja al otro lado del mundo: el México antiguo. El Día de Muertos en México no tiene un solo origen, sino que es el resultado de una profunda fusión de tradiciones prehispánicas con las costumbres religiosas de la época colonial española. Mucho antes de la llegada de los españoles, las culturas mesoamericanas, como la mexica, ya tenían rituales dedicados a la muerte. Para ellos, la muerte no era el fin, sino una transición a una nueva etapa (una diferencia conceptual crucial con la festividad celta, que estaba más bien originada por el miedo a los espíritus del más allá, planteando un división entre 'los vivos' y 'los muertos', 'ellos' y 'nosotros').
El calendario mexica incluía al menos dos festividades principales dedicadas a los muertos, una para los niños (Miccailhuitontli) y otra para los adultos (Huey Miccailhuitl). Estas celebraciones duraban varias semanas y se llevaban a cabo en los meses de verano. Las familias colocaban ofrendas con comida, bebida y objetos personales para ayudar al alma del difunto a cruzar el Mictlán (el inframundo). Es curioso como el acto de ofrendar alimentos a los muertos está presente en ambas festividades antiguas (la celta y la mexica), debe tratarse, sin duda, de un razonamiento, sentimiento e impulso universalmente humanos. Los cráneos también eran un símbolo central, como se evidencia en estructuras como el tzompantli, una hilera de cráneos que representaba el renacimiento y el ciclo de la vida.
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Representación de un tzompantli ("estante de cráneos"), mitad derecha de la imagen; asociado con la representación de un templo azteca dedicado a la deidad Huitzilopochtli. Del manuscrito azteca de 1587, el Códice Tovar. |
"¿NO ME DA PARA MI CALAVERITA?"
La religión y su influjo, de nuevo. Con la llegada de los españoles, las tradiciones prehispánicas se fusionaron con las costumbres católicas como la celebración del Día de Todos los Santos y Fieles Difuntos. La estrategia empleada fue la misma que con las creencias celtas: desplazar y reemplazar, sin eliminar. Se cree que fue en la colonia cuando surgió lo que se convertiría en la tradición de ir de casa en casa pidiendo 'calaverita': los pueblos indígenas, fieles a su cosmovisión, si bien adoptaron las fechas católicas para llevar a cabo sus festividades, fueron quienes vivieron y consumaron la fusión de ambos ritos. Los españoles que vivían en México en ese entonces, en cambio, se mantuvieron firmes a las costumbres europeas y si bien estaban al tanto de las costumbres indígenas, no participaban de ellas.
Al ser comúnmente precaria la situación de los indígenas, eran los niños y los más pobres de estos quienes, con el afán de levantar dignas ofrendas a sus muertos, iban de casa en casa pidiendo alguna limosna: comida, fruta o pan, para 'el ánima de su calaverita', en otras palabras, para su muertito. El trueque era simple y consistía en la promesa de orar por los espíritus de los muertos de la familia que tuviera a bien hacer el cristiano gesto de dar alguna ayuda. La convivencia entre tradiciones continuó, hasta que inevitablemente se fusionaron en una sola y arraigada festividad. Así llegamos a mediados del siglo XX, donde podemos considerar el nacimiento, por fusión de las dos grandes tradiciones, la celta y la prehispánica, de la fiesta moderna mexicana de Día De Muertos.
La cultura estadounidense y la festividad de Halloween (con su "trick-or-treating") comenzaron a tener una gran influencia en México. Los niños mexicanos adoptaron elementos de esta celebración, como los disfraces de personajes (a menudo de la tradición mexicana, como la Catrina, como también de la cultura popular) y la práctica de pedir dulces de casa en casa. La tradición de "pedir para la calaverita" se reforzó y se mezcló con esta nueva dinámica, pero mantuvo su nombre y un matiz propio que la diferencia del "dulce o truco" de Halloween. Hoy en día, "pedir calaverita" es una fusión de todas estas etapas. La tradición se celebra principalmente la noche del 31 de octubre y el 1 y 2 de noviembre, y aunque para muchos el objetivo principal es solo obtener dulces, el rico y poderoso trasfondo de la festividad sigue siendo una forma de celebrar la vida y la memoria de los difuntos.
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Fotografía | Niños mexicanos con disfraces de temática folclórica mexicana | Crédito al autor. |
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TERCERA PARTE: DE NABOS, AZÚCAR Y PLÁSTICO
Teniendo ya un contexto considerable, nos falta hablar de un último elemento, el cual va a unificar todo lo anterior y a brindarnos un entendimiento más amplio de cómo ha sido posible que milenios de tradición celta y mexica, fusionados, se sinteticen en un pedazo de plástico. Si bien, todo lo anterior nos ha servido para comprender y reflexionar la festividad como concepto y creencia, necesitamos ahora explorar el origen conceptual y comercial del objeto en sí. Para ello, tenemos que regresar nuevamente en el tiempo, escarbar y encontrarnos con estos objetos ancestrales:
NABOS TALLADOS
Durante el Samhain existió una práctica tradicional que complementaba el concepto de la protección contra los espíritus errantes: la talla de nabos. Los primeros celtas comenzaron a tallar nabos y otras verduras grandes (como papas y remolachas) para convertirlos en linternas durante esta festividad. Los nabos eran ahuecados y tallados para crear un rostro con expresión amenazante, en el interior se introducía una fuente de luz, como una pequeña brasa o ascua incandescente (tomada de la hoguera principal de la comunidad o del fuego del hogar de la familia) o bien, también podían usar velas primitivas, fabricadas a partir de sebo de animal (la grasa del ganado). Estas velas eran rudimentarias y ofrecían una luz más débil que las velas modernas, pero eran una fuente de iluminación estable y segura para colocar dentro del nabo.
El efecto de esta iluminación era muy tenue y fantasmal, justo lo suficiente para que los ojos y la boca del nabo tallado brillaran de manera inquietante en la oscuridad. Esto reforzaba el propósito ritual de la linterna: ahuyentar a los espíritus con una luz que, en lugar de ser acogedora, resultaba extraña y amenazadora.
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Izquierda: Nabo tallado (Irlanda, S.XIX, ca.1850) Museo Nacional de Irlanda | Derecha: Thriller por 'Greñas'. Cubeta de plástico con la forma del rostro de Michael Jackson (México, S.XXI) KIKAI Bijutsukan | Cualquier similitud ¿es mera coincidencia? |
'STINGY JACK'
No sé ustedes, pero la imagen comparativa de arriba, me parece, habla por sí sola. Nos estamos acercando cada vez más y más a una mejor comprensión del asunto; no es el momento de parar, todo lo contrario: 'STINGY JACK' ('Jack el tacaño') | Es una leyenda que nació en Irlanda hace cientos de años. Es un mito folclórico que se transmitía de forma oral y que sirvió como origen para la tradición de las linternas de Halloween. La historia cuenta lo siguiente:
Jack era un granjero astuto y malvado que un día se encontró con el diablo. Para evitar que el diablo se llevara su alma, Jack lo engañó dos veces: la primera vez, convenció al diablo de que se convirtiera en una moneda para pagar una bebida. Una vez que el diablo se transformó, Jack lo atrapó poniéndolo en su bolsillo junto a un crucifijo. Solo lo liberó después de que el diablo le prometiera no reclamar su alma durante diez años. Diez años después, Jack volvió a engañar al diablo, convenciéndolo de que subiera a un manzano. Mientras el diablo estaba en el árbol, Jack talló una cruz en el tronco, atrapándolo de nuevo. Esta vez, lo liberó con la promesa de que nunca reclamaría su alma.
Cuando Jack finalmente murió, el cielo no lo aceptó debido a su vida malvada y pecaminosa. Al ir al infierno, el diablo, cumpliendo su promesa, tampoco lo dejó entrar. Condenado a vagar por la Tierra en la oscuridad eterna, el diablo le dio una brasa del infierno para que se guiara. Jack puso la brasa dentro de un nabo ahuecado para proteger la llama, creando así su propia linterna.
De esta leyenda nació el nombre de "Jack of the Lantern" (Jack de la Linterna), que con el tiempo se acortó a "Jack-o'-lantern". Aunque la leyenda de "Stingy Jack" se popularizó mucho después y le dio un nombre a la tradición, la práctica de tallar estas verduras para ahuyentar a los espíritus es una costumbre mucho más antigua que forma parte de los orígenes mismos de la festividad de Samhain. Fue así que los inmigrantes escoses e irlandeses que llegaron a América del Norte, trajeron consigo la tradición de la talla de nabos, solo para encontrarse con que en esa parte del mundo, los nabos no eran tan abundantes como, en cambio, sí lo eran las calabazas. Los inmigrantes se dieron cuenta de que no solo era más fácil adquirir una calabaza, sino también era mucho más fácil de tallar, debido a su gran tamaño y composición.
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Hallowe'en (autor desconocido) | Arte para tarjeta postal (ca. inicios del S.XX) | La ilustración muestra un desfile o procesión de personajes icónicos de Halloween de la época: una bruja y su gato negro, un diablo y una calabaza (jack-o'-lantern) sonriendo. |
DULCE MUERTE DE ALFEÑIQUE
En México el concepto de la 'calaverita' tiene significados múltiples: como ya sabemos, la palabra puede hacer alusión a la tradición de ir de casa en casa pidiendo dulces, como también puede aludir a la bellísima costumbre (que, lamentablemente, considero en desaparición) de las 'calaveritas literarias' que son composiciones poéticas breves y humorísticas, generalmente en verso, que se le "dedican" a una persona con vida, teniendo como concepto central a la Muerte ("la calaca" o "la huesuda") imaginando que ésta se la lleva al panteón por alguna razón chusca. Y, finalmente, el significado más literal y tradicional: las calaveritas de azúcar.
El concepto de usar el cráneo como un símbolo de la muerte, el renacimiento y el ciclo de la vida es profundamente prehispánico. Para las culturas mesoamericanas, el cráneo no era un símbolo de tristeza o terror, sino un recordatorio de que la muerte es una parte integral de la existencia. La manifestación más poderosa de este concepto era el, anteriormente mencionado, tzompantli, la hilera de cráneos de los sacrificados que se exhibían como una ofrenda a los dioses. Su propósito era simbólico: representaba el tributo a los dioses y la promesa de que la muerte era necesaria para que la vida continuara. El cráneo era visto como un contenedor de la fuerza vital. Los pueblos indígenas ya usaban amaranto y otras semillas para crear figuras de deidades, y se tiene registro de que también hacían cráneos comestibles de esta pasta para sus rituales.
Aquí, la gran diferencia radica en el significado que se le da a ese símbolo. Mientras el tzompantli era una representación de la muerte en su forma más brutal y ritualística, la calaverita de azúcar es una manifestación dulce y tierna de la muerte, que se honra y se come. Es una re-interpretación cultural del cráneo, donde el objeto de sacrificio se convierte en una ofrenda festiva, mostrando la visión mexicana de la muerte como algo que se puede honrar sin miedo, e incluso con dulzura.
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Catrinas artesanales de alfeñique | Museo Mural Diego Rivera (parte de la exposición "Azúcares sacras: dulces rituales", presentada de septiembre a noviembre del 2017). |
Aunque la idea de esculpir figurillas de azúcar no es de origen indígena, sino español. Los españoles introdujeron la técnica del alfeñique, una pasta de azúcar cocida y estirada, de origen árabe. Llegó a España durante la época de la dominación musulmana. Los españoles, con esta técnica, elaboraban dulces para sus festividades religiosas, a menudo con la forma de huesos o figuras de santos para el Día de Todos los Santos. Cuando esta tradición llegó a México de mano de los conquistadores, se fusionó con las costumbres locales, que ya tenían una profunda relación con la muerte y el uso de cráneos en sus rituales. La coincidencia de la celebración de los muertos por parte de los antiguos mexicanos con la festividad católica de Todos los Santos facilitó este sincretismo.
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Batalla de Guadalete por Marcelino Unceta y López (1835-1905) Museo Nacional del Prado | Óleo sobre lienzo, 155x235 cm, Año 1858. | La Batalla de Guadalete fue un enfrentamiento militar clave en el año 711 d.C. entre el ejército del reino visigodo y las fuerzas invasoras del Califato Omeya. La derrota visigoda en esta batalla marcó el colapso de su reino y el inicio de la conquista musulmana de la península ibérica.
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Izquierda: Thriller por 'Greñas'. Cubeta de plástico con la forma del rostro de Michael Jackson (México, S.XXI) KIKAI Bijutsukan | Derecha: Calaverita de azúcar tradicional mexicana.
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En la imagen comparativa de arriba podemos apreciar claramente un elemento que sobresale en ambas piezas, y es la zona en el área de la frente. Las calaveritas de azúcar tienen éste espacio para colocar ahí el nombre de la persona a quien va a dedicarse la misma. Puede dedicarse como un mero obsequio, como simple golosina o souvenir para alguna persona viva, o bien, utilizarse con su propósito original, que es el de escribir el nombre de un ser querido fallecido, en honor y representación de su presencia, y colocar la calaverita en la ofrenda familiar. De cualquier forma, si algo significa el hecho de que el logotipo de 'Thriller' aparezca escrito en la frente de Michael y no en otro lado, es la obvia y natural mexicanización del concepto. Difícilmente leerás hoy algo más psicotrónico que todo esto.
FUSIÓN PERFECTA
No hay registros que sugieran la existencia de algún recipiente particular con una forma o nombre específico para "pedir calaverita" en la época colonial. Para ello, seguramente se utilizaban los objetos que se tenían a mano, como canastas de mimbre, bolsas de tela o simples tazones de barro. El concepto de un recipiente temático para recolectar dulces es un invento mucho más reciente, que surge del sincretismo cultural y comercial de la festividad estadounidense. No es difícil imaginarse una idea más obvia, en apariencia, que un contenedor que facilitara a los niños el recolectar sus tan preciados botines azucarados. Un lienzo (o, más bien, un cheque) en blanco para la industria comercial estadounidense del siglo pasado.
Concluyendo y redondeando todos estos argumentos e ideas, podemos decir que el bote de plástico es un objeto que sintetiza físicamente toda una tradición, además de que toma la funcionalidad del objeto en sí y la dota de un nombre (calaverita o calavera) y una identidad que lo anclan firmemente en la iconografía mexicana moderna del Día de Muertos. Es un objeto tangible que representa la mezcla de todas estas tradiciones, y que brinda, al final, el más noble de los servicios: tener un lugar donde los niños puedan cargar, recolectar y proteger sus tan preciados dulces.
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CUARTA PARTE: EL MISTERIO DEL 'GREÑAS'
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